miércoles, 14 de agosto de 2013

Las colas seguirán siendo colas

"Ahora que me ha liberado, se ha convertido en mi amo, y puedo concederle tres deseos cualesquiera a su voluntad, para luego volver a mi cárcel y esperar un nuevo liberador. Nómbrelos de a uno, empezando por la palabra "Deseo" y una vez haya terminado la oración, lo que sea que haya pedido se cumplirá". 
Aunque ya tenía su deseo preparado hace tiempo, dada la ocasión especial, se dio el lujo de pensar exactamente cómo expresarlo. Luego de un momento de silencio, dijo:
"Deseo que viva muchos años tan felices como le sea posible" 
El genio, bondadoso, siempre ayudaba a formular los deseos a sus amos, para que estén satisfechos completamente y no malgasten uno en el error de una oración mal hecha. Sabía de quién hablaba, y en un intento de ayudarlo le completó la frase: 
"Con usted, ¿no?" 
El joven se apresuró a responder:
"No, no, como lo dije" 
El genio se sorprendió por esta reacción, sin entenderla. Le preguntó por qué no cambiaba el deseo, creyendo que todavía no había entendido su error. Entonces él le contestó: 
"Si pido que sea feliz conmigo, siempre voy a saber que no es por mi causa. Quiero hacerla feliz, pero sabiendo que soy yo el que logra su felicidad. Si no llego a ser ese hombre que necesita, por lo menos tendré el placer de saber que alguien mejor tomará mi lugar y logrará lo que yo no pude. No busco mi felicidad, sólo la suya." 
El genio se quedó un momento pensando en lo que le habían dicho. Se sintió orgulloso de un pensamiento tan noble y se lo hizo notar con una sonrisa. 
"Que así sea", dijo, "puede estar seguro de que será feliz por siempre." 
El joven sonrió, "Ahora bien", prosiguió, "¿qué va a pedir, amo, como su segundo deseo?" 
La cara de su dueño esbozó una sonrisa. Luego de mirar cabizbajo la lámpara en un silencio distinto al primero, respondió: 
“Nada, ya no necesito más nada”, mientras le arrojaba la lámpara a los brazos del genio, quien, aún más sorprendido, le dijo: 
“¿Cómo nada? ¿Acaso no sabe lo que puede lograr?” 
“Lo único que me falta lograr, lo lograré por mi cuenta” dijo el joven mientras se iba. 
“¡Espera! ¡Necesito que pida los dos deseos o no podré dejar de ser su esclavo!” 
“Entonces deseo que seas libre, como un genio debe ser” 
El genio, atónito, se quedó inmóvil mirándolo alejarse. En un momento, esa figura que casi ya desaparecía, giró y gritó “Sólo te pido una cosa, como amigo. Quiero que vuelvas a visitarme de aquí a 10 años.” La única reacción que obtuvo fue una sonrisa y un asentimiento con la cabeza. Así la silueta terminó de desaparecer en la oscuridad, y el genio se quedó mirando su lámpara como si fuera una más sin ninguna cualidad en especial. 




 Por respeto, el genio no se inmiscuyó en la vida de su libertador hasta diez años después, cuando recordó su promesa. Interesado en encontrar al noble hombre, obtuvo la mala noticia de que había muerto tres años atrás. La tristeza se apoderó de su corazón, y mediante su omnipotencia, decidió viajar en el tiempo para visitarlo en sus últimos días. Tomando forma humana y disfrazándose de médico, entró en el hospital donde el hombre había pasado los últimos tres meses en agonía. No necesitó entrar a su dormitorio para darse cuenta de la soledad que habitaba en él. El hombre, consumido en su cama, rodeado por varios doctores, no hacía más que mirar por la ventana. Un año había estado con su amada, diez meses necesitó para darse cuenta de que no era él el indicado y dos más para juntar el valor de terminarlo. Luego de eso, nunca más volvió a saber de ella, ni ella de él. El genio, en su disfraz, entró a la habitación y esperó a que los demás se vayan. En todo ese tiempo, el hombre, totalmente diferente a aquél que lo había liberado siete años atrás, no apartó la vista del cielo nublado. Cuando este nuevo doctor se acercó, lo reconoció al instante, probablemente porque así lo quería el genio, y su cara se iluminó con aquella sonrisa. Casi sin aire, con los ojos apenas abiertos y llenos de lágrimas, y como si necesitara la fuerza de doscientos caballos para alzar la mano, le hizo un gesto de amistad en el hombro y susurró: 
“Gracias.” 
Como era costumbre con este humilde y honrado caballero, el genio no supo qué contestarle y la muerte no le dio tiempo a pensarlo. Dos minutos más tarde, un cuerpo maltratado contenía el recuerdo de un respetable joven que murió como un hombre feliz; y el genio, llorando, volvió a su tiempo con un orgullo hiriente en su garganta. 
Tres años más tarde, se emocionaba al ver a una mujer con su hijo volver a una humilde pero amorosa casa entre risas y sonrisas, entrar por la puerta frontal y ser recibidos por un hombre alto, buen mozo y gentil con besos y abrazos que tal vez no merecía. 


Claro que no me puse a pensar minuciosamente lo que significaba que fueras feliz con otra persona. Es decir, sólo pude imaginarte siendo feliz, pero ahora que me pongo a pensar en la parte de la "otra persona" me da... dolor de panza (literal, los retorcijones me matan),rabia, impotencia y, ¿cuándo no? celos. Si vos y yo teníamos que ser felices juntos... si vos tenías que ser la persona que yo amaba. ¿Por qué? ¿Qué pasó en el medio? Sigo repasando las líneas de nuestra historia y me siguen pareciendo increíbles todas las razones que me diste para dejarte. ¿Cómo puede ser la misma persona el Juan Martín que visualizo en la cama con Malena y el Juan Martín que recuerdo en la quinta conmigo? El que me mira con esos ojos... con tanto amor, deseo y ternura. El que lloró al verme desesperada por haber tenido, nuevamente, relaciones sin cuidado con él. El que me abrazó y consoló cuando sentí que perdía a la amiga más importante de mi vida. El mismo que me prometió llevarme a Venecia, darme dos hijos y no descansar hasta que yo cumpliera todos mis sueños. El que me regaló mi primera rosa. El que me enseñó que dos cuerpos pueden conectarse tanto haciendo el amor como mirándose sin decir nada. El que me leía en la cama. El que no quería besarme cuando estaba enfermo para no contagiarme. El que me dijo que viviría por mí y me daría su vida aunque pensara que no era suficiente. ¿Cómo puede lastimarte tanto una persona que parecía que lo daba todo por vos? No entiendo... amo al Juan Martín que hizo todas esas cosas y más... quiero saber cuándo, cómo y por qué se convirtió en la persona que pisoteó y se rió de mi confianza tantas veces. O por lo menos que me digas si estuviste confundido todo ese tiempo y después te diste cuenta de que en realidad no estabas enamorado de mí. O que... me mentiste y jugaste conmigo estos tres años hasta que te aburriste y te pusiste en evidencia para que te dejara de una vez por todas. Necesito una explicación porque sencillamente no la encuentro... sigo pensando y comiéndome la cabeza sin llegar a nada.
A veces pienso... "simplemente estuvo con otra mina, punto, es hombre, tiene pija, hormonas, ella está buena y encima le encanta, fin de la historia. No lo hizo a propósito para lastimarme" pero... tampoco evitaste hacerlo sabiendo que me iba a lastimar. Obviamente, nunca pensaste que me iba a enterar (no pensaste para nada, en realidad)... Pero te arriesgaste igual. Y todo salió mal. Y ahora te quiero lejos y te extraño a la vez.... y no puedo parar de llorar, de sentirme una imbécil. De sentir que no puedo confiar en nadie nunca más y que tengo que convertirme en la misma mierda que sos vos para sobrevivir en este mundo del orto. Ya no me sale tener esperanzas y no es sólo con vos... Ya no puedo pensar en mi carrera como artista porque, simplemente, el miedo que me da ponerle fichas, otra vez, a un proyecto con tan pocas chances a favor me paraliza. Es difícil mantener en equilibrio mi vida cuando una gran parte de ella se desmoronó con vos. Me da pena leer todos los días "Live the dream" en mi computadora cuando ni siquiera puedo pensarme entrando en la UNSAM, y ni hablar de Canadá... nada podría estar más lejos. Entreno y me veo fracasando en cada pasada. ¿Para qué intentarlo si igual va a salir todo mal y voy a terminar hecha pelota? No, no estoy para esas cosas. Ya no quiero fracasar más, no quiero apostar más a lo poco probable. Basta de ser idiota y soñadora... lo esperado es que aunque lo intente, nunca llegue. Prefiero ahorrarme el disgusto. Y el dolor de panza.