viernes, 23 de agosto de 2013

Es sólo una cuestión de actitud

El otro día leí que es más difícil alcanzar la felicidad cuando uno ya la vivió, porque luego de la maravillosa sensación que nos deja verle la cara a la perfección, saludarla y dedicarle una sonrisa, todo lo demás parece basura. Yo tengo un tesoro... Un momento que creo fue el más feliz de mi vida y que sólo se compara a la felicidad y a la avalancha de sentimientos que me produjo el tener en brazos a la criatura más hermosa y pura del mundo. Sospecho que significó mucho más para mí que para la persona con la que lo compartí... esas cosas suelen pasarme bastante seguido.
Mi tesoro está bien guardado dentro de mí, bajo llave, con rayos lásers y con una contraseña que ni yo quiero recordar. Hay dos razones fundamentales para que esto sea así. La primera es por su gran importancia, no quisiera deformar las versiones de lo ocurrido cada vez que piense en ello. La segunda tiene que ver, justamente, con lo que lei hace poco. Si sigo comparando mis días con el retrato ideal de lo que significa felicidad para mí, no voy a volver a ser feliz nunca.
Supongo que para volver a ser feliz debería comenzar por aceptar que existen distintos tipos de felicidad y que no se llega a ella siempre por los mismos caminos. Que sería otra forma de decir que el amor tiene diferentes facetas. Hoy me da felicidad el amor por lo que hago, por mi familia y por ella. Mi amor por él... mejor no hablar de ciertas cosas. Qué bien me hizo verlo. La última vez le faltaba vida, tenía tanto miedo de que estuviera de esa forma de nuevo. Me gustó que me dijera que dejó de ver a Malena como no estar conmigo porque sino no iba a poder seguir. Las cosas no están tan mal.
Gracias por seguir intentando.