Estamos las dos en esta fiesta. Como si nada hubiera pasado, ambas ayudamos con los preparativos antes de que llegue el resto de la gente. Quedamos solas, sé que viene una charla incómoda, pero antes de que pueda escapar ella pregunta "qué pasa?". Creo que si alguien estuviera en esta habitación trataría de agudizar el oído para ver qué fue lo que provocó esa pregunta, pero yo sé exactamente de lo que habla. Y ella, a su vez, sabe que yo lo sé, o al menos lo intuye. Dos amigas que hablan todos los días, que confían la una en la otra, que pasan muchas horas al día juntas. De repente, una cae enferma y no puede salir de su casa por tres o cuatro semanas. La otra no la llama ni una vez para ver cómo anda, simplemente sigue su vida como si su amiga nunca hubiera existido, y hasta llega a disfrutarlo. Al volver al mundo exterior, nada es igual, algo se rompió o se perdió. Obviamente está confundida y quiere una explicación por mi repentino desinterés. No entiende o no quiere creer que simplemente dejó de interesarme. Sucede que el tiempo que utilizaba en su amistad pasé a gastarlo en otras cosas que ahora no estoy dispuesta a abandonar para recuperarla. Es tan obvio como que no me importa más. No, no dejé de quererla, sólo perdió su encanto. "Nada, por?" Respondo con una sonrisa ingénua. El silencio. Debe estar librándose una gran batalla en su interior. Ella sabe que sé a lo que se refiere, pero no se anima a ponerlo en palabras. Decir una idea implica hacerla realidad y hay ciertas ideas que preferimos que no sean del todo verdad, convencernos de que son producto de nuestra imaginación. Sin embargo, tampoco quiere creer que es sólo su imaginación, si expresa su idea y mi respuesta es que es sólo una mala impresión suya, nada cambiaría: yo seguiría evitándola y ella se quedaría sin respuesta y con la sensación de estar imaginando cosas. Nadie quiere sentirse un loco. El silencio continúa, son sólo unos segundos pero parecen durar horas. Me mira, con esos ojos que lo dicen todo "dale, vos sabés". Sí, lo sé. Sé también que te sentís desamparada hace días y que darías lo que fuera porque alguien te pregunte cómo estás. Y qué mejor si ese alguien fuera yo. No, disculpame pero no voy a ser yo quien te lo pregunte. Sé que parece cosa fácil pero no lo es. ¿Nunca pensaste por qué la gente que no te conoce o con la que no tenés vínculo te pregunta "cómo estás"? Es simple, si no hay suficiente confianza siempre vas a responder que estás bien, a no ser que estés realmente mal y te sea imposible disimularlo. En ese caso, el diálogo sería más o menos así: "Ey ¿Cómo andás?" "Y... ahí ando, como puedo" "Uh pasó algo?" "Ando con unos temas un poco complicados" "Bueno che, todo va a estar bien, ya vas a ver. Llamame por cualquier cosa que necesites". Chau, nunca más. Esa persona te está diciendo sin ningún compromiso alguno que todo lo que está mal en tu vida va a resolverse solo, y como si eso fuera poco, te ofrece su ayuda sólo porque sabe que no se la vas a pedir. En cambio, yo corro el riesgo de que sí me cuentes lo que te pasa y que sí esperes mi ayuda. Lo cual no sería tan malo si no requiriera hacer un seguimiento de tu problema y escucharte quejarte siempre de las mismas cosas. Tal vez desee ayudarte, pero no voy a poder hacerlo y voy a sentirme mal por ello, sentirme inservible no es algo que desee realmente. Eventualmente voy a pensar que tu problema no es otra cosa que vos misma deseando estar mal y voy a querer dejarte sola. Lo que me va a generar un sentimiento de culpa que tampoco deseo. Ya me desligué de vos y de todos tus problemas, lo lamento, pero no me interesás más como amiga, como persona, como consejera ni como nada. "No sé qué decirte, la verdad" Le digo y salgo de la habitación dejándola con un sabor amargo en la boca. No te preocupes, no ser correspondida es el sentimiento más horrible del mundo, por lo que tu organismo va a generar anticuerpos rápidamente. Ni bien asumas y asimiles el hecho de que no me importás más, vos misma vas a dejar de preocuparte e interesarte por mí. La indiferencia se paga con indiferencia.
lunes, 6 de octubre de 2014
Psicología Médica. Mecanismos de Defensa del inconsciente: Identificación con el agresor.
Publicado por Belu.M a las 19:25
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