sábado, 21 de febrero de 2015

Borrador prehistórico: Los dos hombres

Despertó y una serie de imágenes pasó frente a sus ojos. Le dolía la cabeza y recordaba la mitad de las cosas. Su cuerpo yacía recostado en una cama que no era familiar, adolorido y transpirado. Miró a su alrededor, inspeccionó la habitación en una sola pasada. No fue muy difícil adivinar que se hallaba en una habitación de hotel, si estaba en un lugar como aquél no podía encontrarse sin companía. Giró la cabeza a su izquierda y observó cuidadósamente a la mujer que descansaba a su lado. No recordaba su nombre, pero no era la primera vez que sucedía. Ella era el estereotipo de las mujeres que buscaba. Tal vez porque tenían un cierto parecido a la verdadera, a ella que nunca había llevado a un lugar tan bajo como ese. Él solía acariciar su cuerpo entero con los ojos y sólo eso era un acto sagrado que merecía ser llevado a cabo en la intimidad de sus hogares. Repasó el cuerpo de la mujer que lo acompañaba y notó todas las imperfecciones que la separaban kilómetros de la original. El cabello era más grueso, el color era parecido, pero a la luz del día debería haber tenido un cierto reflejo rojizo que la caracterizaba. Era claro que esa cabellera era negra azabache y toda luz se perdería en ella. El largo estaba bien aunque el corte no era el mismo, su mujer solía llevar la nuca rapada porque le molestaba el calor en verano y disfrutaba de usar bufandas gruesas en invierno. No conocia el color de ojos de la extraña pero sus pestañas ya los hacían muy diferentes de los de ella, éstas eran largas y pobladas cuando deberían haber sido cortas y separadas entre sí. Ella solía quejarse de sus pestañas poco femeninas y vivía con una especie de tijera que utilizaba para curvarlas hacia arriba. Su nariz era realmente distinta, la joven que yacía en la cama tenía una perfecta nariz que dibujaba una línea recta desde su entrecejo hasta la punta, en donde tomaba una leve curva hacia arriba dándole al rostro un aspecto infantil. Su mujer también solía quejarse de su nariz desalineada, no era grande para su rostro, de hecho le quedaba a la perfección, pero ella no soportaba que tuviera una pequeña montañita en la mitad y que se curvara hacia abajo. Los labios de esa chica eran muy parecidos a los de ella. Ambas tenían dificultad para mantener la boca cerrada, literal y metafóricamente hablando. Tal vez era por pereza o dejadez, la cosa es que siempre dejaba ver una parte de sus paletas superiores y ese era uno de los rasgos que mejor le quedaban.
Se incorporó y examinó detenidamente la habitación. Todo estaba en su lugar, prolijamente colocado, a excepción de las sabanas y una lámpara, que al parecer ella había intentado utilizar para defenderse. A veces el otro hombre utilizaba armas y la cama quedaba hecha un desastre, cubierta de sangre pero esta vez se había limitado a usar una almohada. Casi que estaba agradecido. Igualmente tendría que limpiar todo el cuarto y deshacerse del cuerpo, pero no tener que ensuciarse las manos ya era algo para agradecer. Ella parecía dormida, la muerte le sentaba bien. "Tampoco era ella, ¿no?" suspiró acomodándole el pelo detrás de una oreja.
Antes de empezar la limpieza se dio una ducha y se tiró en la cama mirando hacia arriba. Se vio a si mismo reflejado y pensó nuevamente si no seria mejor entregarse de una vez y así librar al mundo de una gran amenaza. "No, no es justo. Ése no soy yo, yo merezco una vida." se dijo frunciendo el ceño. "Sólo necesito encerrarlo a él". Por un momento le pareció ver cómo su reflejo le sonreía burlonamente y le guiñaba un ojo. "No seas idiota, para él tampoco es divertido, únicamente esta desquitándose como puede ". Pero en realidad no lo sabía. No tenía idea de quién era el otro hombre con el que compartía cuerpo. Solamente sabía lo que le dejaba la mañana siguiente a cada asesinato y sólo podía imaginar sus razones para cometerlos. Ella tenía que ver en todo, pero no sabia si era rabia, odio, amor (un retorcido amor) o qué era lo que lo impulsaba. Tal vez fuera simplemente demencia. "Entonces debería internarme". Pero no, sólo una parte de él era peligrosa, la otra simplemente quería sobrevivir. No lo llamaba vivir desde que ella ya no estaba.
Encendió un cigarrillo y comenzó con el ya conocido ritual de limpieza de la escena del crimen. Había estudiado medicina forense y se había dedicado al rubro unos cuantos años de su vida, de manera que sabía exactamente qué debía hacer para no ser encontrado y para retrasar lo más posible la llegada de la policía. Le tomó unas cuatro horas limpiarlo todo, era un hombre cauteloso y perfeccionista. En el fondo disfrutaba apreciar su trabajo terminado si no se ponía a pensar en todo lo demás. Antes de abandonar el cuarto, chequeó su billetera buscando el ticket del estacionamiento. Acostumbraba manejar siempre buenos autos, jamás se iba a pie y nunca llegaba a manejar el mismo auto más de una docena de veces. Como esperaba, el ticket estaba en el bolsillo derecho de la billetera, junto con las fotos de ella. " Un mercedes eh? De donde sacaste este? Mejor me deshago de él antes de tener que huir también por robo de autos". Al parecer tendría que escapar de esa ciudad también, últimamente duraba alrededor de una semana en cada lugar antes de que una chica fuera asesinada. Al salir de la habitación se topó con las mujeres del servicio que se disponían a limpiar, pero se detuvieron al verlo sólo. "Ella todavía duerme, vuelvan en unas horas, seguramente para ese entonces ya se va a haber levantado". El otro hombre no era idiota, elegía siempre lugares de mala muerte que no contaban con cámaras de seguridad ni pedían dato alguno para el uso de habitaciones o cocheras. También le dejaba siempre un bolso de sesenta litros dentro del cual cabria perfectamente cualquier mujer con la contextura física similar a la de ella. Llevar cincuenta kilos en la espalda no era cosa fácil, y menos fingir que llevaba menos peso encima, pero ya se había acostumbrado.
Manejó durante horas con el cadáver en el asiento de atrás, ya comenzaba a sentirse el hedor. Frenó al costado de la ruta, todavía lejos de su destino. Estaba harto de escapar, si no podía recuperar su vida al menos quería una vida. Una cualquiera, en un lugar cualquiera, con un trabajo cualquiera. No podía dejar de preguntarse porqué. Creía que al menos eso le debía el otro hombre, después de limpiar toda su mierda y permitirle seguir viviendo en libertad.
Ya estaba anocheciendo, movió el cadáver al baúl y continuó con el viaje. Un par de horas más tarde llegó a la laguna. No era la primera vez que llevaba a una chica allí, el lugar era óptimo. Se hallaba alejado, era de difícil acceso y, por sobre todas las cosas, el agua de la laguna era ácida. En unas semanas esa chica no seria mas que vapores en el aire y se borraría toda evidencia.
Las estrellas se veían espléndidas. Después de liberarse de la muchacha se acostó sobre el techo del auto a mirarlas. El pueblo más cercano estaba a kilómetros del lugar bajando la montaña, por eso el cielo carecía de contaminación lumínica y las estrellas podían ser contempladas como debía ser. Había tantas y el cielo era tan negro que daba miedo, parecía que se le iba a caer encima toda la galaxia. Se distinguía fácilmente un brazo de la vía láctea gracias a la falta de luna. Miró el cielo un largo rato y lloró. Le habían faltado tantas cosas por vivir con ella. Veía caer las estrellas fugaces y el único deseo que tenia en la vida era imposible. Ella no regresaría y él desperdiciaría todos sus deseos. Recordó a la chica del hotel y lloró más. "¿Por qué?" Se preguntó en voz alta. "¿Por que?" esta vez más alto. No recibió respuesta alguna. "¿Por qué?" escribió en el techo del auto. Y con esa pregunta en la mente se quedó dormido.