Bajó del vehículo, atravesó la plaza y luego de caminar un par de cuadras llegó a su destino. Subió las escaleras, cruzó la puerta, giró a su derecha, subió otras escaleras y giró a la izquierda. Su mirada recorrió el blanco pasillo iluminado por las grandes ventanas de vidrio que daban a un patio que hacía ya un tiempo que estaba en desuso. Sabía que él no estaría allí, pero inconscientemente buscó su característica melena enmarañada que tanto le gustaba. Nada por aquí, nada por allá. Ahora un poco desilusionada examinó una vez más la sala buscando esta vez algún rostro familiar. Una vez más, su búsqueda no tuvo éxito. Visto que estaba sola y no tenía más que un libro por la mitad en su cartera, se dirigió hacia la puerta del gran e imponente salón que se encontraba a su izquierda. Sintió un gran alivio al verificar que la puerta se encontraba abierta y que no había nadie en su interior produciendo música. Cerró la puerta tras ella y suspiró. Una sensación de paz recorrió todo su cuerpo. Dejó su bolso en un asiento, de esos que siempre están ocupados por gente importante, y caminó unos pasos hasta llegar al gran piano. Destapó sólo una parte del magnífico instrumento y se dispuso a tocar. En un principio le pareció difícil, pero luego, al recordarse a sí misma que estaba sola, pudo desenvolverse con más facilidad. No importaba cuántas veces se equivocaba, ella lo volvía a intentar con más entusiasmo. Luego de un rato de practicar una y otra vez la mism a canción, paró para continuar leyendo la historia que había dejado por la mitad. Dos chicos, un ladrón, una traición, la separación, una reina, un espejo, una laguna, una ciudad, Venecia. Sus pulmones se llenaban cada vez que leía el nombre de esa ciudad. Venecia. Su sueño. Ese que sólo quería vivir con él. Ese sería el puente entre sus dos vidas, pero para ello faltaba mucho. Un ruido la distrajo de su lectura, era la puerta. Su corazón palpitó ¿Sería él? Se dio vuelta con los ojos llenos de esperanza ¡Cómo le gustaría compartir ese momento con él! Lamentablemente nada menos deseado pudo asomar su cabeza por esa gran puerta de madera y picaporte metálico. Sus ojos verdes la miraron y la reconocieron al instante. No venía sola (gracias a dios), tres personas la escoltaban. ¿Qué hacés acá? Le preguntó su amiga de ojos claros. Explicó que estaba tocando el piano y que había parado un rato para leer. No preguntó más y corrió hacia el instrumento de cuerdas. Lo destapó como hacía un rato lo había hecho ella misma y comenzó a tocar una hermosa melodía. ¡Qué bien lo hacía! Sin esfuerzo podía tocar lo que a ella le costaría años aprender. Ahhh... bueno, su paz se fue por el drenaje, pero ¿qué más daba? A su amiga ojiverde le siguió la oriental. Ella sí que sabía lo que era tocar el piano, era una caricia para sus oídos. Se sintió feliz de verla tocar en ese aula magnífica, por momentos veía su futuro como concertista. También su amigo oriental se animó a tocar un poco. Él tampoco lo hacía nada mal. De a ratos la joven intentaba volver a su lectura, pero la música la distraía y tuvo que olvidarse por completo del libro cuando su amiga de ojos claros volvió a sentarse para tocar. Trató de ignorar lo que pasaba por su mente y concentrarse en Merle y Serafín. Quería irse de allí, pero llamaría demasiado la atención así que prefirió quedarse un rato más, sólo hasta que él llegara. Su amiga la invitó a tocar una canción, exactamente como lo había hecho con él. No podía concentrarse en la música, sólo pensaba en la imagen de ellos dos tocando juntos. Su amiga se rió al ver que no podía seguir sus simples instrucciones, ni en tiempo ni en forma.
-Perdón pero no todos tenemos tus dotes musicales - Le dijo con un tono un poco violento y se paró del asiento. "No es mi culpa ser como soy", se repetía así misma en justificación a las lágrimas que estaba conteniendo. "No, pero sí es tu culpa no querer cambiarlo" recibió como respuesta. "Te pensás que me gusta sentirme así? Te juro que lo intento, pero no puedo evitarlo" Era cierto, no había otra cosa que deseara más. "Pero podés intentarlo más fuerte. Yo sé que por dentro hay algo que te lo impide. No es intentar, es ganarle a eso. Si supieras lo que podés hacer. Hay un dicho que dice: si la vejez pudiera y si la juventud supiera. Lo leíste conmigo, si querés, podés hacer lo que quieras. Date cuenta, tenés toda tu vida en tus manos, dale forma." Se quedó unos segundos mirando el celular hasta que no aguantó más. Se levantó de su asiento y caminó hacia la salida.
- ¿Ya llegó? - Le preguntó su amiga ojiverde.
-No. Voy al baño - Contestó apresurando el paso para que no la vieran derramar las primeras lágrimas. El baño pareció estar más lejos de lo que ella recordaba. Se encerró en un cubículo y se liberó totalmente. Cuando escuchaba la puerta paraba hasta de respirar, no quería que su amiga la escuchara. Después de sentir que empezaba a dolerle la cabeza en vez del pecho, paró de llorar y se miró al espejo. Era una imagen lamentable, estaba roja como un tomate, sus ojos completamente hinchados y las pestañas mojadas. Se limpió el rostro sin un resultado muy favorable y se sentó en la ventana a leer. No había vuelto al aula magna, ¿Sus amigos preguntaría por ella? No lo creía.
Su respiración ya era normal cuando él apareció. Ya se sentía mejor, nada podía ir mal con él a su lado.
domingo, 3 de octubre de 2010
Lo que pasó mientras no estabas
Publicado por Belu.M a las 21:29 0 susurros
viernes, 1 de octubre de 2010
¿Es mucho pedir?
Quiero dejar de escribir idioteces que no vienen de mí sino de una persona que aparece cuando las emociones me invaden y me apabullan. Quiero dejar de hacer preguntas que no tienen respuestas y dejar de llorar por razones que no existen más que en mi mente. Quiero poder vivir ese momento de paz sin pensar en mí y sin ese dolor en el pecho. ¿De dónde viene esa molestia? Basta. Un suspiro, una mirada, una sonrisa falsa y a otra cosa. ¿Qué me pasa? Maldita adolescencia, sé que engañás mis sentidos y creas un mundo ficticio a mi alrededor que me impide respirar con calma. Lo sé, ahora quiero que dejes de hacerlo por un rato. Si soy lo que dicen, dejame percibirlo a mi también. ¿Tanto te cuesta liberarme de esa angustia que irrumpe en mi garganta? Por primera vez quiero crecer y liberarme de esto que me sofoca. Odio saberme engañada y no poder evitarlo. Duele, duele, duele. ¿Estaré escapando de mi segunda vida para que la primera me acoja y me alivie el dolor? ¿Cuándo voy a poder equilibrarme? Sigo esperando.
Publicado por Belu.M a las 1:28 0 susurros
Etiquetas: Tormenta de ideas