sábado, 4 de septiembre de 2010

Cuasicatarsis

Y si aún existiera esa angustia? No había quedado enterrada allá lejos cuando un par de ojos supo verla transparente, bella? Y si todavía no podía admitir que estaba brillando por si misma? Que sucedía si le daba miedo brillar? Si ese autoconvencimiento, que la había salvado tantas veces, esta vez se había vuelto en su contra? No, no podía ser cierto. A quién no le gusta brillar? Cuál es la necesidad de mantenerse bajo la sombra de alguien, o simplemente de dejar alumbrarse por la luz de otro? Esa luz... esa admirable luz. Si tan sólo ella pudiera ver que podría brillar con tanta intensidad como auqella luz que tanto idealizaba. Ahhh pero ella lo sabía. No necesitaba que le repitieran el discurso una y otra vez. Sabía que no importaba cómo brillara para los demás, sólo importaban esos ojos. Cómo la veían esos ojos. Y para ellos, no había otra que resplandeciera tanto como ella. Aún así... qué s lo que estaba mal? Por qué todavía sentía la garganta cerrarse y ese dolor agudo en el pecho? La respuesta era simple. Sabía, pero no sentía. No sentía nada de lo que sabía y decía. Y ese dolor en el pecho la estaba volviendo loca. Ya no podría retenerlo por mucho más. Los ojos la verían, desnuda, mostrando la transparencia de su pena que se escapaba de entre los dedos de su captora. No quería que los ojos la vieran en ese momento en el que nada de luz salía de ella, sólo angustia líquida que, contenida, luchaba por escapar. Al contrario, los ojos se encandilaron por su luz. Ella lo sabía, pero seguía sin sentirlo