martes, 11 de mayo de 2021

Relato convertido en epifanía

Voy a intentar contar esto de la manera menos dramática posible. Porque en sí, los hechos no fueron dramáticos, fue como una bomba que estuvo a punto de explotar y que estresó a todo el mundo pero al final fue desactivada. O, más bien fue como si la bomba que implantamos hubiese estallado pero que en el último instante alguien hubiese puesto un vidrio a nuestro alrededor y no hayamos sido afectados por los efectos de la explosión. Sí, eso fue. Y no fue cualquier alguien, fue él. Si hubiésemos dependido de mí ya estaríamos regando el suelo con nuestras entrañas.

 Pasado el tiempo sigo preguntándome cómo fue que lo supo. Es lo único que no deja de asombrarme. Porque realmente, nadie podría haber hablado sobre el deseo que sentíamos, no se hacía notar. Ni siquiera nosotros sabíamos que estaba ahí. Sólo él lo sabía. Normalmente comienzo por el principio a contar las historias, pero hoy estoy algo aburrida así que voy a probar empezar por el medio. Encima tenía que llover y hacer frío. No bastaba con la vergüenza, el vacío y el asco que sentía por mí misma, el universo también me hizo saber que la había cagado. No pude dormir ni medio minuto, y con la seguridad de que allí tampoco iba a lograrlo, me subí al tram. Tal vez haya sido en defensa propia, o quizás simplemente no pude hacer otra cosa, mi cabeza era una estación vacía. Ninguna idea me acechaba. Estaba en blanco. Me pregunto si habrá sido el efecto acentuado de tener tantas cosas en la cabeza pasando a tanta velocidad que el cerebro se hallaba incapacitado para leerlas. El caso es que los 20 minutos de tram le sirvieron de descanso a mi mente atormentada, preparándola para lo que venía. Dije que no lo iba a hacer dramático y estoy haciendo justo lo contrario. Ay Belén, cómo te gusta el drama. 

Así llegué a casa, un poco asqueada por lo que había pasado, otro poco por la cerveza y el porro de la noche anterior. Yo ya sabía que no iban a recibirme un abrazo y un besito en la cola. Lo peor es que en ese momento incluso sentía que lo merecía. Entre la puerta del departamento y la de la ducha dejé un desfile de ropa, lo único que me molesté en ocultar (por si él decidía ir al baño), fue mi bombacha rota y atada por el costado. La ducha la necesitaba yo, me froté hasta dejarme rosa la piel, hasta que sentí que no había más rastro que el mío propio sobre mí. 

Acá la historia se altera un poco por el paso del tiempo. Casi dos años pasaron desde que intenté escribir lo que pasó. Aunque el relato esté incompleto, atesoro esa parte del texto porque fue lo que pude sacar en limpio en ese momento. Pero retomemos. Después de la ducha hubo una hora de idas y venidas en la cama. De reproches silenciosos y de culpas densas que buscaban redimirse. Pablo dice que el momento exacto en el que se dio cuenta fue durante el sexo. Fue ese "nadie me coje como vos" que me delató. Nada sutil no? Todos mis poros querían gritarle lo que había pasado, hablame de fallidos. A la primera pregunta le siguió una respuesta afirmativa en chiste. Es cierto, Freud se masturbaría pensando en mí, soy analizable de manual. La segunda vez, me latió rápido el corazón y aproveché esa adrenalina para decirlo. 

 Pero claro, del momento en sí qué podemos recordar? Ese abrazo previo que ya me avisaba que la tensión entre nosotros estaba dando rienda suelta a algo peligroso. Cómo me gusta el peligro, cómo me gusta. Siempre me gustó presentarme deliciosa y jugar con la idea de no hacerme cargo de dar el primer paso. O de poder escaparme antes del acto en cuestión. Yo quería sentirme deseada por él. Así que le pregunté dónde quería que durmiera. Le tiré la pelota porque no quería asumir los celos que me habían dado cuando me contó que había dormido con Livia en cucharita. Por qué ella sí y yo no? No me querés tanto? Era obvio que lo nuestro era mucho más arriesgado, por eso habíamos evitado el contacto físico por tanto tiempo. En fin, no me dio una respuesta clara, pero me invitó a jugar al borde de ese abismo por el que nos caímos. Lo gracioso es que recuerdo tan poco del sexo y tanto del antes y el después. Tengo frescos esos besos en la espalda que le di antes de irme en modo de disculpas. Esperen, si, hay algo. Me acuerdo que había intentado en que todo eso quede en un pequeño e inofensivo pete. Pero él no quiso jugar bajo mis reglas, me dijo que no había diferencia de magnitud, que ya la habíamos cagado. Y mientras lo montaba (o era él quien estaba arriba?) me decía "Belén, vos tenés novio. Yo tengo novia." Ajá, sí, contame más. Ni siquiera pudiste disfrutarlo porque ya te estabas castigando desde antes. Idiota. La bombacha rota es un detalle que había olvidado y que, sin poder definir las sensaciones que me causa (entre gracia, enojo y vergüenza diría), sí puedo decir que me gratifica poder contar con él. Es un pequeño tesoro. A veces me pregunto si no me sería más fácil olvidar o aceptar ciertos asuntos si dejara de escribir acá. Pero creo que es un vicio que nunca voy a dejar.

 Nada de esto fue lo que dolió. Sino lo contrario, esto fue la confirmación de la sanidad de mi pareja. Lo que dolió fue pensar que nada cambiaría. No poder aceptar el hecho de haber sido descartada como muñeca usada (para vos, Rolón, justo acá vino la angustia, analizamelo). De sentir, otra vez, que mi amistad siempre va a valer menos que la pareja. Que siempre me van a segundear, y ni siquiera. Que van a terminar borrandose, borrandome, borrando todo lo que puedan borrar para preservar esas relaciones putrefactas que tanto les costó. Analicemos juntos (juntos quién?), si me pongo siempre en esa posición de segunda, desde Ary, qué quiere decir? Por qué? Algo tendrá que ver con Laura. Con el rol de sombra que me autoasigné desde que tengo memoria. Cyril demuestra que aún hoy en día sigo poniéndome en ese lugar? Rodeandome de hombres que no me privilegian. No buscando ya su amor pero una amistad y su deseo. Amistad y deseo. Dos asuntos bastante incompatibles podríamos decir. Pero eso es lo que siempre desée. Ser comparada con "ella" (quien quiera que fuese en esa etapa de mi vida) y que él piense "con ella no puedo hacer esto y lo otro, con Belén sí... qué pasaría si...?) Y por eso fui tomando siempre la forma de lo que ella NO era. Esa es una verdad que me cae desde unos cuarenta o cincuenta pisos y aun así no voy a esquivar. Esa personalidad camaleónica de la cual tan orgullosa estoy fue todo este tiempo cómplice de mis actitudes autodestructivas. Estuvo al servicio de mi descontento. Lo que me causaba más placer, esa mirada, ese comentario que me confirmaba que él (de vuelta, fuera quien fuese) daba cuenta de esa falta en ella y de que yo era "especial". Pero lo que me estaba haciendo especial no era mi yo, era ella, en definitiva, siendo yo la silueta que ella dejaba, completandola. Ese momento de éxtasis es comparable a un salto al vacío sin paracaídas. La adrenalina es inevitable tanto como la caída, la ruptura y el dolor. 

 Quizas este análisis sea no sólo pobre sino también erróneo. Debería ahondar antes de generalizar, para no confundir una parte con el todo. Esto es lo que tengo, no sé qué sea, pero siento que me acerca un poco más a mi verdad.